Las Sagradas Escrituras evidencian frecuentemente que nadie -manchado por la culpa- puede ver al creador,
y en el Evangelio Jesús proclama que son «bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»,
explicando así que es posible obtener, durante la vida, esa pureza de corazón. Dios perdona los pecados a todo
aquel que pida perdón ¿y al que no? Pues no, a ese no, porque Dios no perdona a nadie en contra de su propio
deseo; por ello es preciso pasar por el confesionario para celebrar allí el Sacramento de la Reconciliación con
Dios. El que muere en pecado, se condena; El que muere en Gracia de Dios es salvado; y el que muere sin
pecado aunque con culpas debe pasar por el proceso de purificación en el Purgatorio para quedar limpio de
corazón, es decir, sin culpas.
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La Teología protestante niega la existencia del Purgatorio y sostiene que la escritura no contiene ninguna
referencia directa a ese estado de purificación posterior a la muerte; pero no es así, pues el texto del Evangelio
de San Marcos es contundente: «Yo les aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados
y las blasfemias, por muchos que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón
nunca; antes bien será reo de pecado eterno» (Mc 3, 28-29). La enseñanza de Jesús es clara, pues si «reos de
pecado eterno» hay también «reos de pecado temporal». Los primeros en el infierno, los segundos en el
Purgatorio.
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San Gregorio Magno sostiene que «Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio,
existe un fuego purificador, según lo afirma Aquel que es la verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una
blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no les será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12,32).
En esta frase podemos entender que algunos pueden ser perdonados en este mundo, pero otros en el mundo futuro»
(Cfr. Dialogi 4, 41.3).
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El Catecismo de la Iglesia enseña que «El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces
de la vida eterna, cuya privación se llama pena eterna del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial,
entraña apego desordenado a las criaturas, que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte,
en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la pena Temporal del pecado
(Cfr 1472).
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La doctrina relativa del Purgatorio ha sido formulada por la Iglesia en los Concilios de Lyon, Florencia y Trento.
Esta doctrina puede resumirse en cuatro puntos:
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- El tiempo de merecer o desmerecer termina con la vida.
- Existe una purificación después de la muerte.
- Los difuntos que se hallan en purificación pueden ser ayudados por las oraciones de los vivos.
- Con el juicio universal terminará el estado de purificación.
El Magisterio de la Iglesia considera que todo cuanto se aparte de estos cuatro puntos pertenece al campo de las
especulaciones Teológicas, que han cambiado y que pueden cambiar según la mentalidad de la época, sin que
se vea afectada esta doctrina.
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En nuestro tiempo suele pensarse que la idea de la existencia del Purgatorio es cosa del pasado. Tampoco
es así…. La vidente María Simma -una de las pocas místicas autenticas de nuestro tiempo en sus relatos
compendiados en el libro titulado «Ayúdenos a salir de aquí», sostiene que «Hoy en día se enseña muy poco
acerca del Purgatorio; y la ignorancia puede llevar hacia la curiosidad y a prácticas de ocultismo. El Purgatorio
es un lugar y una condición en que cada alma vive cuando necesita todavía expiar y reparar los pecados
cometidos durante su vida, antes de poder llegar a Jesús en el Paraíso. Es también un tiempo de espera, en el
que las almas anhelan a Dios, y este deseo no apagado en su sufrimiento más grande. Todas las almas,
en cualquiera de los tres niveles del Purgatorio en que se encuentren, tienen esta experiencia, incluso a
los que les falta poco para ser liberados y poder ir al Paraíso. también sostiene, en consonancia con el
Magisterio de la Iglesia, que cuando morimos ya no podemos hacer el bien porque en el Purgatorio ya no
es posible ganarse ningún mérito ni hacia Dios ni hacia el próximo».
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Como solución inmediata mientras todavía estemos por aquí, en este mundo, la Iglesia nos ofrece el don de la
Indulgencia para obtener ante Dios la remisión de la pena temporal por los pecados ya perdonados.
¡Todavía estamos a tiempo!
Fuente: Roberto O’Farrill.